lunes, mayo 21, 2007

UMA CASA PORTUGUESA


Los recuerdos se nutren de muchas sustancias y objetos, de retazos e impactos y sobre todo de imagenes.
Sobrepones unas sobre otras como en un tapiz de mil nudos y lo que obtienes depende desde donde miras o desde donde quieres empezar a acordarte.
Lisboa es un mundo de maravillas y de miserias. Galopa entre falsos oropeles de pasados gloriosos, algo así como España, la hermanastra mala y envidiosa, y realidades tristes de ciudad maldita. Incendios, terremotos, saqueos, guerras, desidias, pobreza y corruptelas le han golpeado y esculpido en esa belleza de faz de campesino arrugada y arrasada por el sol.

Pero nada importa. Si la tristeza se hace intolerable se pare el fado, esa catarsis de pueblo llano. Si la naturaleza decide destruir lo que con tanto afan se levantó, surge Alfama bella en decrepitud, ilustre en la miseria. Si Dios da reyes ineptos y gordos, como todos los reyes, te resarce con palacios de locura cromática y formas imposibles como Da Pena, que desmiente su nombre a poco que salga el sol y haga brillar torres y almenas, o el Palacio Real de Sintra que hace que hasta en las cocinas el genio se plasme y se admire.

Lisboa es comer aire en vajilla de porcelana. Es deleitarse en un beso con sabor dulce y amargo. Es ver en la vida el lado bueno, ese que no existe, sintiendo que todo va bien mientras haya una cálice de porto ruby con el que poder brindar con buenos amigos.

Una ciudad limpia y sucia, rica y pobre, blanca y azul, mágica y mísera. Con esas galas de noble venida a menos, o de campesina venida a más. Todas ellas falsas, extrañas, pero, qué lujo echar a los tiranos con claveles y canciones de José Afonso, y correr tropezando por las calles en las que tropezó Fernando Pessoa/Ricardo Reis, o tomarte una bica con bolos brancos con regusto de lejanos mares.

Que cerca y que lejos está Lisboa. Que absurda espalda ha encontrado siempre en su hermanastra España, que lógico el odio mezclado con miedo a todo lo que huele a español. Y aún así es acogedora, entrañable, cercana, hay cosas que no se pueden separar. Y el sentimiento te llena, te emociona, te hace sentir en tu casa, te llena de sabores conocidos de esa lejana hermandad. Es tu casa, aunque sea una casa portuguesa, con certeza...