lunes, agosto 07, 2006

Yo también soy semita

Cuando el carroñerismo, la incultura y la memez extrema te llena el cerebro, el corazón y el alma se dicen tonterías como que Zapatero es antisemita. Los necios del PP dixit...

El pasado viernes, hoy hace una semana, cenaba yo con mis compañeros de árabe en un restaurante libanés de Lavapiés.

La aldea global que es el mundo quedaba reflejada en aquella cena, éramos dos españoles, un egípcio, un marroquí, un ecuatoriano, un chileno, y una belga.

Y el tema de conversación como no, la política de los asesinos sanguinarios que gobiernan Israel. Yo que siempre he estado, como diría Serrat, al lado de los indios, porque tengo un prurito de odiar a los prepotentes, a los poderosos, quizás por eso soy del atleti, y quizás por eso me duele el sufrimiento del pueblo palestino.

Pero también defendí a Israel, aunque os cueste creerlo, a mis amigos de cena les costaba entender que hay gente muy buena en Israel, hay judíos que sufren por cómo se comportan, hay muchachos del Tsahal, que odian tener que matar niños y mujeres.

Yo que en mi loca juventud en la facultad me enamoré de un judío, y que por ese amor nunca correspondido me embarqué en la odisea de un verano kibutz, conocí el horror del odio entre pueblos hermanos.

Quizás no sabéis que los árabes son también semitas, según la tradición descienden de Ismael, uno de los hermanos de Jacob, llamado Israel. Son un pueblo sincretista que todo lo aceptan y lo absorben, veneran a Abraham, a Moisés e incluso a Jesús. Son sus profetas.

Tenemos las venas los españoles tan llena de sangre árabe como judía, sangre semita en cualquier caso.

¿Cómo podemos ser antisemitas los españoles? Aunque quisiéramos. Pero no es cuestión de ponerte una kufiya como hizo Zapatero, o una kipá como también ha hecho. Está en nuestra naturaleza, ver la sinrazón de los dos bandos, ese odio cainita y tratar de poner cordura, como si ha hecho Zapatero, que cada vez tiene más talla de estadista y de ser humano. Que gran presidente y que gran suerte hemos tenido con él.

Yo me pusé la kufiya durante años, la llevaba incluso en verano, hasta que la heredó mi madre, que le gustaba el color. También me he puesto la kipá, la primera vez para la boda del hermano de mi amado Elías. Pero soy del Atleti y quiero que por una vez ganen los débiles, que dejen de masacrar niños, que dejen de sepultar la esperanza de un pueblo.

Y también quiero, porque soy del Atleti, que ningún padre israelí se despida por las mañanas de su familia como si no la volviera a ver, porque no sabe si el autobús en el que va al trabajo saltará por los aires.

Y no quiero volver a saber que ningún muchacho del Tsahal ha sido asesinado, y pensar en lo que lloré cuando vi Yossi y Jagger, una preciosa película israelí basada en hechos auténticos, de dos soldados israelís del Tsahal, que están enamorados y que a uno de ellos lo matan los árabes.

Qué corta es la vida, y qué rápido pasa, no es justo que hagamos todo lo imposible para que sea aún más corta. Ojalá Israel y Estados Unidos e Irán y Siria tuvieran presidentes como Zapatero. Habría paz....

Pax et bonum para vosotros, hermanos semitas.