miércoles, septiembre 27, 2006

CON QUIEN TANTO QUIERO

En mi vida de adulto he asistido como mucho a tres bodas. Las que fui como niño no cuentan, son un acto obligado, casi forzado, esa revista abusiva de familiares desconocidos que te estrujan y besuquean. Esas viejas enlutadas, malolientes y bigotudas que te torturan las mejillas a pellizcos y que te gritan piropos descarnados al oído y que al final de la masacre te explican que son las tías de tu madre o de tu padre. No, esas no cuentan.
Las bodas me parecen una ceremonia farragosa, falsa, un despropósito de vanidades, un desfile de parientes endomingados, que suelen concluir en banquetes en los que las bromas soeces y los comportamientos de sal gorda y trazo grueso imperan con despotismo.
Por eso las evito, me horrorizan, me dan miedo, caigo en crisis de ansiedad cada vez que algún pariente o amigo me envía una invitación. Desde el mismo momento que la recibo mi mente empieza a trabajar la excusa perfecta para no ir. Y no voy. Casi nunca.
Solo he roto esa norma en tres ocasiones excepcionales. La primera, en la boda de mi hermano, que por motivos obvios no me pude negar, aunque, que conste que lo intenté.
La segunda en la boda de mi mejor amiga y socia laboral de entonces, a la que por cierto, después de la boda apenas he vuelto a saber nada de ella.
Y fui solo a la ceremonia, que no me alcanzó el ánimo para asistir al banquete pedante de gente tan fina, en la que al menos no sufriría las consabidas rifas de trozos de corbata del novio o de la liga de la novia, o cosas peores.
Y la tercera y última excepción en mi norma fue la semana pasada, cuando acudí a la boda de dos personas que considero amigas, y a una de ellas en concreto, un ente simbiótico de mi ser.
Y creo que ha sido la única de mis excepciones de la que no me arrepiento. Como no podía ser menos con dos almas nobles, su enlace fue noble y emotivo, sin caer en la pedantería o en la sensiblería que aborrezco.
En la ceremonia sopló un viento maluco, furioso, que apantallaba cualquier frase hilvanada, cualquiera de los poemas que se recitaron, adivinados antes que oídos. Aún así, o precisamente por eso, que hermoso acto, que delicia el furioso rugido y el frescor que presagiaba lluvia.
El ágape fue casi perfecto, solo algún invitado aguardentoso, que en España estábamos y algún español profundo debía acudir para cubrir cuota, se empeñaba en gritos de viva los novios, padrinos o el que se besen detestable.
Pero la comida, la conversación el ambiente, el fulgor omnipresente del blanco de la novia en la lejanía, hicieron gratos y amenos esos momentos. Rematados cuando los novios tocaron y removieron nuestros ánimos con su regalo. Fue un disparo certero al centro de nuestro afecto, la emotividad que, como el tiempo, presagiaba lluvia, pero de lágrimas.
No se puede ser más concisa, más exacta, más elaborada y simple, en esa descripción que pariste, querida Tamara, de cada uno de nosotros, ese dardo en la palabra, ese golpe brutal en nuestra línea de flotación del cariño.
Yo, doblemente agradecido, doblemente emocionado, doblemente en deuda eterna, sólo tú, yo y nuestras circunstancias, sabemos el porqué. Cómo no querer a quien tan bien te conoce. Cómo no sentir como propias sus aflicciones o sus alegrías.
Compartimos tantas cosas, queremos tantas cosas y personas a medias, soportamos y llevamos juntos, en diferentes recipientes, pero casi idéntico contenido, la misma ausencia injustificada, el mismo anhelo insatisfecho, barruntamos que aún por mucho tiempo.
Fingimos sin saber hacerlo, callamos cuando somos puro verbo, amamos a manos llenas y nos reconcome la oscuridad. Que frustrante es ese devenir en nuestros espíritus libres que no conocen la censura y quisieran ignorar esa tasa del alma que se nos impone como un trágala.
El después también fue emotivo, esas canciones que Paloma cantó acompañado del hermano de la novia, que tiene nombre y nombre ilustre de otro amado guitarrista, asesinado, Víctor.
Pero el mal ya estaba hecho, ya estaba todo en su lugar, ya el día había sido perfecto, la casa estaba ya encendida.
No me arrepiento, muy al contrario, recordaré siempre con nostalgia de foto sepia clara, esa boda de mis amigos, de mi querido Enrique, y de Tamara, con quien tanto quiero...

5 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Cuánta razón tienes querido amigo. Como bien sabes, yo tampoco soy partidario de estos eventos. Creo que mi odio a las bodas no es tan grande como el tuyo pero no ando muy lejos de tí.
La verdad es ésta ya empezaba bien solamente por no tener una ceremonia religiosa. Y es que todo el mundo le da por casarse a través de una institución en la que no creen ni los novios ni el 95% de los invitados, aunque si le preguntas a ese 95% te dirán que son cristianos, catolicos y apostolicos, aunque en realidad ninguno sigue las "enseñanzas" de su profeta. Será por ¿apariencias? ¿hipocresia? ¿falta de sentido común? ...

Pero volvamos a la boda, fué sencilla, discreta, y llena de grandes pequeños detalles (la lectura de los poemas, los detalles de los novios, la actuación musical, etc). Son detalles que hicieron una boda diferente y emotiva. Hace tiempo que no veía juntas tantas lágrimas sinceras, lágrimas de emoción, lágrimas de alegría.
Posiblemente la mejor boda del mundo, ... posiblemente.

Y lo peor para mí, es que despues de un día casi perfecto al final me quedó un sabor agridulce por el pequeño "incidente" con el coche.

Pero los buenos recuerdos poco a poco van enterrando ese mal momento del final.

19:07  
Blogger Avellaneda said...

Fue un momento mágico el que vivimos en la boda de estos amigos que son tan queridos para nosotros. Yo me preguntaba ¿cómo puede haber tantos universos diferentes y que converjan tan bien en un momento? Y la respuesta está clara solo cuando el nexo de unión entre ellos es de alta calidad como estos niños, Tamara y Enrique… y es que lo bueno tiene que ser.

Disfrutamos de la ceremonia y del viento entre los árboles, de los textos intuidos (Miguel me tienes que pasar el que leísteis vosotros), de la comida y la conversación, de las sonrisas de todos, de la compañía, de la voz de Paloma, de la música ochentera... Yo disfruté muchísimo.

Y he de decir que con el regalo, la palabra dentro de un libro de Benedetti (mi dios) me tocaron, como a todos, la fibra sensible y me hicieron romper de a una, la regla sagrada de Merche "no lloraré en una boda"... Y eso prometo hacérselo pagar con creces ¡vamos que si! a base de agradecerles a los dos muchísimas cosas.

Bueno, me lo pasé muy bien y estaba yo pensando… ¿hacemos una postboda? :o)

Un saludo Miguel; Juanqui… ¿qué pasó con el coche?

Encantada de leerte como siempre

21:21  
Blogger Tamara said...

Desde el otro lado del charco, pero desde el recipiente de latidos de tu corazon, querido Miguel, queridos todos: Muchas gracias por hacer de una ceremonia un recuerdo imborrable de palabras no dichas, caricias sinceras y besos. Tu texto nos ha dejado sobrecogidos, Miguel...gran gran persona y gran gran amigo.
Os queremos mucho. Sois la paz y la calma, la sal y la chispa, lo que necesitamos a cada paso para sentirnos personas. Me has arrancado una lagrima en esta tienda moderna que solo sabe de aparatos, pero hasta esto esta integrado en NY. Te queremos...

21:24  
Anonymous Anónimo said...

Jamás entendía porqué había gente que lloraba en las bodas ¿qué es esto?¿ un funeral? ¿quien se ha muerto?¿porque están las señoras llorando a moco tendido?
El sábado descubrí la razón. En el momento de abrir el libro y empezar a leer las primeras palabras de la dedicatoría, supe que me había convertido en una de esas señoras a las que tanto criticaba. Fui incapaz de leer más de dos líneas seguidas sin que el inicio de un llanto aflorara a los ojos. Ahi me di cuenta de que a pesar de que no se si será por la edad o por que mi caracter siempre ha sido así de sieso.. a pesar de no hablar con Tamara y enrique tanto como me gustaría, de que no podamos vernos tanto como quisiesemos, a pesar de todo, hay algo que nos sigue conectandosin tener en cuenta el tiempo o la distancia....pero bueno siguiendo con la boda, preferí dejar la lectura para más adelante, cuando estuviera solo y nadie me viera llorar.... lo peor estaba por llegar: cuando Paloma y Victor empezaron con su primera canción, la emoción seguía creciendo, yo seguí aguantando las lágrimas, haciendome el vaiente, pero en la segunda, según oía los prmeros acordes de la canción de amaral, sabía que cuando llegara el estribillo y sus "son mis amigoooosss" desde el principio sabía que no lo iba a soportar y por más que me sujetaba los ojos con los dedos, las lágrimas me llenaron la cara, y es que no se si será la Atracción Moratalaz como dice Miguel, pero ese momento lo sentí como especial entre tres compañeros de instituto que salian juntos al cine, que pasaban horas muertas en Madrid Rock, que
reían recordando anectotas...Total, que con lo poco que me gusta expresar mis sentimientos, sentirme bulnerable, ese día entendí la razón de las légrimas de felicidad de las bodas sufriendolas en mis carnes...pero mereció la pena. (me ha salido un poco cursi :-)

10:30  
Blogger Tamara said...

Buuuffff, envuelta en la melancolía del hermoso viaje que acabamos de concluir, me ha dado por releer las lindas palabras de Miguel. ¿¿¿Te das cuenta que te ha quedado un texto perfecto??? Es de esos que gusta y regusta leer en voz alta, para gozar del peso de las letras en la boca. Muchas gracias a todos por contribuir y hacer del día de nuestra boda algo especial, mágico. Os queremos mucho. No puedo añadir más que un sincero y renovado agradecimiento.
Qué jodío Miguel, qué bien escrie.
Miguel, Juanqui, mi Palos, Merche, Fran, Marcela, Ángel, Palomita...todos...¡¡sois parte de la magia!!

23:02  

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