martes, julio 31, 2007

EL MAL BORBÓN



No se entiende muy bien esa protección excesiva de que gozan los Borbones en España, como si de una especie en peligro de extinción se tratara. No es tal el caso, con lo buenas conejas que han salido las Infantas y la nieta del taxista hay dinastía para hartanos, que nadie sufra.

Que hay que tener tacto con lo que se dice, que están los tiempos revueltos y confusos. Y a un pobre holandés por llamar puta a su reina le ha caído cárcel y multa.

Creo que peor es lo nuestro. Jueces pizperetos y fiscales aburridos son armas que carga el diablo y lo que sufre es la libertad, la de prensa, la de opinión y todas las demás. Ya lo dejó escrito el genial Quevedo, mas daño hace un mal juez que un delincuente.

Será porque el pobre Quevedo no tuvo la suerte de vivir en una España con un rey Borbón. Lo cierto es que es una familia con malos genes. Todos, pero absolutamente todos han pagado un precio muy alto a eso que Sánchez Albornoz llamaba la bárbara consanguinidad, y que no es otra cosa que cruzar puras razas para salvar pedigrís con el resultado de bobos reales.

Eso de que tus padres sean primos, y a su vez hijos de primos y vas tú y te casas con tu sobrina, si tu hijo te sale Borbón no te quejes, era inevitable.

Los franceses que son los culpables de todo esto, solo han padecido a siete Borbones, a dos se los cargaron y a otros dos los dieron puerta, con lo que padecer padecer solo a tres.

Los españoles que somos más pardillos llevamos ya diez, no nos hemos cargado a ninguno y hemos echado a dos, por ahora...

Y si los Borbones franceses fueron para comer cerillas, los nuestros han sido para echarse a llorar:

Felipe V, el primero, se casó con un marimacho ama dominatrix, le dio la depresión y abdicó en su hijo Luis.

Luis I, reinó solo nueve meses. Todas las noches se iba de putas disfrazado de chulo madrileño hasta que murió de viruela con quince años, lo que obligó a su señor padre Felipe a volver a reinar, a pesar de que era como un repollo al que solo animaba los gorgoritos de Farinelli, hasta que murió y le sucedió su segundo hijo, Fernando.

Fernando VI, niño raro que se crió sin madre, la primera mujer de Felipe V, antes de la ama domina. Se casó con una gorda portuguesa fea como un pie a la que todo el mundo odiaba y que no hacía otra cosa que construir conventos, al menos las Salesas le quedaron apañaditas. Y cuando por fin se muere la gorda se encierra en el castillo de Villaviciosa de Odón y se pasó un año entero sentado en un sillón con el dedo metido en la boca hasta que se murió y le sucede su hermanito, el hijo de la ama domina, Carlos.

Carlos III, que ya era rey de Nápoles donde dejó a su segundo hijito Fernando como rey y se trajo al primero, Carlos un gigantón gordo y lelo como heredero. Se había casado con una especie de travesti alemán, la hermana del rey de Sajonia porque le gustó una marcha de su guardia de granaderos, y el espabilado del sajón le dijo que si la quería en el lote iba la hermana. Y así el rey de España tuvo una mujer que era un cardo de fea y un erizo de antipática y nosotros obtuvimos un bonito himno, el chunda chunda ese al que le estamos buscamos letra.
Cuando el travesti alemán se murió le salió a Carlos III el consabido mal Borbón, es decir se le fue la olla, y se pasó los últimos años de su vida matando pobres ciervos de los montes de El Pardo. Y así hasta su muerte y dejó como bonita herencia a su hijo Carlos.

Carlos IV merece un estudio, o mejor merece que pasemos de él. Semejante persona solo se puede explicar como resultado de esas consanguinidades aberrantes, porque el pobre era tonto, pero de baba. Le casaron con una sargentona italiana, que salió más puta que las gallinas. Le llenó de hijos, según las malas lenguas y las cuadros de Goya al parecer hijos de Godoy. El que seguro que sí que era suyo era el primero Fernando, que se dedicó a intrigar con Napoleón para echar a su padre, hasta que el corso viendo el percal de los majaderos reales les echó a los dos y puso a su hermano como rey de España. La sangre de los españoles le devolvió el trono a Fernando.

Fernando VII, todo un prototipo, felón, traidor, tonto hasta decir basta y rijoso, lo que le costó la vida, porque cuando era un viejo chocho se casó con su sobrina que tenía catorce años y era napolitana. Antes había tenido tres esposas más, entre ellas Isabel de Braganza, a la que el pueblo de Madrid cantaba fea, pobre y portuguesa, chúpate esa, así de injusto porque a ella le debemos el museo de El Prado, ló unico bueno que dejó el bobo de Fernando, porque su heredera, Isabel...

Isabel II, era una niña cuando comenzó su inútil y largo reinado y le cundió para destrozar el país antes de que echarla, aunque demasiado tarde según lo visto.
Lo único bueno que hizo fue acostarse con todo bicho viviente, con Serrano, con Espartero, con toda la guardia. Y con eso evitó que sus descendientes fueran completamente idiotas, más. Porque le habían casado nada menos que con su primo hermano, que por suerte era más maricón que un palomo cojo, Francisco de Asís, o como le llamaba el pueblo Paquita la Buñuelera. Se presentó la noche de bodas con un camisón con más encajes que el de la novia y con su secretario privado con el que acabó pasando la noche. La pobre Isabel, con quince años la sangre de fulana de su madre napolitana y el gen de viejo verde su padre se moría de picores. Y los apagó con todo hombre que hiciera noche en Palacio. Y así parió hijos y más hijos, afortunadamente ninguno de su marido porque habrían sido...Borbón Borbón.
Entre ellos Alfonsito.

Alfonso XII, con mamá en el exilio, volvió al poder con un golpe militar que acabó con la I República, y se dedicó a vivir la vida loca. Muerta su primera mujer, el pobre Cánovas, primer ministro, quiso serenar al joven rey que había salido a la madre y le casó con una monja, la abadesa de las Damas Nobles de Praga, María Cristina. Pero la pobre nada consiguió y el rey se murió de tisis cogida en sus juergas por Madrid a lo serrano como un nuevo Luis I. Eso sí la dejó preñada y además le dió un buen consejo: Cristinita guárdate el coño, quizás recordando lo muy puta que había salido su abuela, la napolitana de idéntico nombre, y que cuando murió su marido, el rey Fernando VII, se casó a escóndidas con un guapo guardia de corps del que tuvo 24 hijos nada menos.
Pero la monja fue buena y casta, parió a otro Alfonso solamente.

Alfonso XIII, fue rey antes de nacer pero nunca gobernó, un pobre hombre que no se encontraba la mano derecha con un mapa, aunque como buen Borbón la bragueta siempre la tenía bajada y no dejaba en paz actriz o vedette de buen ver. Se casó para variar con una señora, educada, inglesa y con sentido de estado, Victoria Eugenia, que hizo lo que pudo hasta que se rindió. Acompañó al exilio al majadero de su marido con el que ya no compartía nada, ni la cama ni los buenos días. Y se comportó con una dignidad y un señorío que no tuvieron ninguno de sus hijos, uno era sordomudo, el mayor y heredero, otro era un calavera y el otro era un trepa. Al final todos renunciaron a una herencia que no valía nada y que se reducia a un suite en un hotel de lujo de Roma, todos menos el trepa.
Hizo todo lo posible para que Franco le devolviera el trono, combatió en la guerra civil en las filas fascistas, le lamió el culo al generalito, pero nada, a Franco le caía gordo, vete tu a saber porqué. Pero legalista como era asumió la restauración monárquica, pero eso sí, en el hijo y no en el padre, el último Borbón, Juan Carlos.

Juan Carlos I, le puso en el trono un dictador y le refrendó una Constitución del tipo trágala, y ahí sigue, con sus Baqueiras, sus Marivent, sus Bribones, sus múltiples hijos y nietos, y una esposa, bastante digna, pero que es un triste remedo de la abuela inglesa, demasiado alemana, demasiado empaquetada.

Y hasta aqui podemos leer, no sea que un fiscal aburrido o un juez pizpireto decida coger por banda esta humilde bitácora y la secuestre. Dejemos pues a los Borbones y su mal, al parecer han escarmentado y ya no se cruzan entre ellos como los chuchos caros, ahora ponen sangre fresca de taxista. Que no sea demasiado tarde...

jueves, julio 12, 2007

TANTA GLORIA LLEVES...



El supuesto escritor, supuesto periodista, supuesto resucitado y lameculos cierto, Fernando Sánchez Dragó, en la presentación de su ¿libro? Libertad, fraternidad, desigualdad y derechazos ha declarado que no está "dispuesto a soportar" una segunda legislatura bajo el mandato de Zapatero: "O él se va del Gobierno, o yo del país".

Este egregio diletante en ningún arte que se reconozca, de ¿brillante? carrera, cuyo cenit al parecer ha sido resucitar de no sé sabe que muerte, vestirse como el abuelo de Jackie Chan y meter hasta lo más hondo la lengua en las cavidades anales de Esperanzita Aguirre para que le ponga de busto parlante con rosa amarilla a presentar el telediario nocturno de TeleManipulación.

Eso sí el pobre se equivoca más que Rosa de España, que a esas horas y a esa edad y viendo menos que Pepe Leches, a ver que puede hacer. Lo intenta, glosa y elogia a su noble patrona, procura clavar sus dientes postizos en las carnes socialistas y hace guiños de iluminado de pseudo intelectual con mala digestión de libros.

Y ahora nos amenaza con irse si Zapatero vuelve a ganar. Si a alguno le faltaban motivos para votar al PSOE los acaba de encontrar. Que poca gracia te queda, Fernandito y menos ahora que no tienes a un Arrabal borracho para darte empaque de vanguardismo y solo te ha quedado el floripondio amarillo, feo y excesivo como todo tú.

Vete ya dilecto Fernandito, no esperes a las elecciones. Que tanta gloria lleves como paz dejas...

miércoles, julio 11, 2007

DOLORES


El letargo de la memoria nos aparta del pensamiento a figuras inmensas como Dolores Ibarruri, La Pasionaria.

Se propuso no ha mucho buscar una mujer que poner en las monedas de euro, como desagravio y para compensar la vipsania del Borbón. Y entre los nombres que se discutieron, Clara Campoamor, Concepción Arenal, Victoria Kent, Rosalía de Castro, se olvidó a una mujer inmesa que llenó con sus reaños su biografía y dejo una huella imperecedera, sobre todo en estos tiempos de ministrillas del tres al cuarto, como Carmen Calvo, tarde recuperaste la cordura Zapatero, o viragos con correajes de falangista a guisa de ropa interior, como Esperanza Aguirre.

La primera vez que oí hablar de La Pasionaria fue en mi niñez, cuando mi padre, que la conoció siendo él muchacho, y Dolores mandaba la defensa del frente en el Puerto de Somosierra, el pueblo de mi padre, contaba cosas de ella mitad respeto mitad miedo.

Era una mujer tremenda, y su figura con el uniforme de partisano, canana al cinto y dos pistolones ponía firme a cualquiera. Pero a su vez era culta, a pesar de que su humilde orígen y condición femenina le condenaba de principio al analfabetismo.

Y también era práctica y consecuente. Mantuvo viva la llama de la utopía en el duro exilio soviético, y en la clandestinidad de París supo imponerse a Líster, a Modesto, a Carrillo, y vivió para volver a España, y ser de nuevo diputada, más de cuarenta años después.

Una mujer con mejor tino político que Negrín o Largo Caballero, otro gallo le hubiera cantado a la República con ella al frente. Aunque quizás la suerte era demasiado adversa como para que ningún espíritu, por indomable que fuera, pudiera cambiar el rumbo del destino.

Pero no debemos permitir que caiga en el olvido esta gran mujer, esta gran española, patriota con mayúsculas, estadista con principios, de las últimas personas que guardó su orgullo en una ideología y supo mantenerlo intacto.

Gracias a ella sigo siendo comunista y me enorgullece serlo. En estos tiempos convulsos de peleas de gallinas viejas por dame esa concejalía que tanta indignidad hace recaer en Izquierda Unida, solo la sombra de los grandes como Dolores, nos mantiene a tantos la llama encendida. No permitamos que se pierda también, sería una pérdida irrecuperable...